El sexo es, pensándolo bien, un poema de liberación
al que podríamos ponerle el título de Revolución.
Es el inicio de aquello acabado.
Es la reconciliación del irreconciliado,
el aliento del ahorcado
y la satisfacción del insatisfecho.
Es un cuerpo sobre otro.
Es la prolongación del amor.
De ese amor al que no tenemos temor.
Es hacerte cómplice de la cama,
de la noche, de la tarde y de la mañana.
Es burlarte de la luna porque nadie la acompaña.
El sexo es, sintiéndolo bien, la alegría más revolucionaria.
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