Estoy atascado en estas aguas
portuarias
negras como las aves vetustas
corroido y esperando quien cubra estas
grietas
¿donde está el pez y el cáñamo?
¿quién calafateará mi embarcación?
Tengo miedo eterno a naufragar
sin embargo la vida dice que el
naufragio
es rutina entre los que habitan la
tierra
y es a su vez algo insignificante para
quienes viven en el mar.
Unas cuantas veces he cargado pasajeros
unos cuantos llevaban patente de corso
se la había confiado el rey de la
felonía
y los señores feudales de la abulia.
Una vez quise subir al amor
para ello hipotequé mis versos
escondidos
pensaba que como hace el taxidermista,
los sentimientos se podían disecar.
Quebraron mi mástil, mis velas y mi
timón
quizás fue aquella plétora tempestad
de miedos
la que arrebató el viento y la
corriente
no propulsando mis tablas más allá
del siguiente meridiano
parecía languidecer, irresponsable, en
este Mar de los Sargazos.
Hasta que un día decidí lancear al
león
que aclimatado a sus abruptas marcas
había arrojado en mi bodega
una carga insoportable
provocando la bancarrota de mi veta.
Y a pesar de ser barco
de tanto pez y cáñamo
de tanto león muerto a lanzazos
y tanto feudalismo, siervo sin amigo.
Yo, esclavo de mi, no llegaré nunca al
muelle.