lunes, 7 de abril de 2014

El poema que nunca quise escribir:


Leyes que prohíben
beber vino en un parque
fumarse un canuto 
o desvestirse en la calle
(como si un cuerpo desnudo
fuera peligroso).

Leyes que no permiten
que mujeres besen a otras
que decidan sobre su cuerpo,
su vida, su sexo, su sed.

Leyes que prohíben
a los pueblos gritarle
al gobierno ilegítimo,
corrupto y mentiroso de turno.

Leyes que persiguen
escritoras, poetas, suspiros.
Leyes que liberan
banqueros, políticas, malos libros.

¿Y todo esto es justo?

Justa sería la ley
que prohibiese la muerte
de un niño de siete años.

Justa sería la ley
que impidiese a unos padres
vivir el adiós a su hijo.

Justa sería la ley
que evitase a la maestra
llorar por el pupitre vacío.

Injusto, muy injusto es
que tu estrella se apagase anoche,
mi niño.
Que se volcase de golpe
el reloj de arena
sin darte, sin darnos tiempo
a un beso, un abrazo,
un “hasta siempre”.


Para Adrián, con todo el amor que cabe en mi cuerpo. Que tu luz me acompañe siempre...




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