Fueron las manos de Gioconda
las que me hicieron a soñar.
Fueron las manos de Neruda
las que me explicaron como mirar.
Fueron las manos de un niño
las que no dejaban de enredar
y las tuyas,
las que me enseñaron a volar
en un ascensor.
Y aún así
lo que me enamoró
fue esa sonrisa
al calor de mi beso en tu mejilla.
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