jueves, 5 de junio de 2014

Maldita sinceridad

Llego a mi cama y me tumbo tras un día agotador. Necesito descansar e incluso me tomo un ibuprofeno - ¡Qué calamidad!- Yo que presumía de no medicarme… Antes, necesito escribir y vaciar. Decir ¿qué pasa conmigo? O que pasa contigo. La mañana me ha servido para tantas cosas. Demasiadas. La primera vez que pisaba tu cuarto. Y no ha sido un calentón, no. Tumbarme en tu cama ha sido como darme cuenta de que podemos llegarnos a querer, aunque sea a ratos. A ratos que se asemejan a 5 minutos pero que el reloj –nuestro dueño- marca dos horas. 

La habitación parecía una jodida nube. Estábamos en el puto cielo. Volando a base de besos. Quizá algo de música le hubiese puesto la banda sonora pero…estaba ella. Estaba ella y sus labios. Lo fundamental vaya. No queríamos despedirnos pero nuestras agendas no se hablan, no concretan sus citas a la vez. Ni lo van a hacer. Aún así habrá miles, ojalá millones de horas como esas dos. Horas en las que se para el mundo, el tiempo deja de molestar y jugamos a querernos un poco más. 

Soy Guillermo, son las 2 y media de la mañana y me acabo de dar cuenta de que te estoy escribiendo por whatsapp. Maldita sinceridad. Te has clavado hondo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario